Llueven manantiales sulfurosos
azufradas condenas de vacio
rubies penetrados en tu cuerpo
mis ojos reliquias del pecado.
Comulgan rios del pasado
en la partitura 25 del oceano
como reumas contaminadas de dolor
como cabezas degolladas por tu voz.
Arena en las cuestas de mi cuerpo
luna y lumbre en tus senos
mi ombligo inquietado por la noche
los pezones enmarcan la quietud de lo insaciable.
Ayer.
Hoy.
Siempre.
Por los siglos de los siglos
la indecorosa ineptitud de tus pies
los dedos inmanejables por el viento
la marea derretida de un mantra sin piedad.
Mil lagrimas corean por los techos
el himno a la alegria.
Parece que se derrumba el mundo
parece que el universo no existe
y me vuelvo negro como la ausencia de un todo
se estrecha la verdad
la inconclusion de mis ideas
la querencia de la estrofa penetrante
el equilibrio dormido se despierta.
Y vuelvo a navegar entre rios torbidos
en aguas saladas sin muertes dulces
ausentes de cualquier luz
ausentes de un espiritu que parece fruto en invierno.
Seco, arrugado como la piel de un anciano testarudo,
casi muerto, convaleciente,
no rie, no enmudece,
solo la queja contamina el rio de agua seca.
Mira como enloquece
mira como estalla
que hermosa explosion de rojo
parece un cuadro de arte abstracto
la sangre de tu calma.
El alma nunca esta en calma
porque adentro de ella nunca existe nada.
El alma nunca esta en calma
porque la vida no penetra, no tiene orgasmos, no tiene vida
que derrita, que conmueva, que enloquezca.
Quietud es la pasividad de una muerte repentina
cuando antes de morir se acerca
el holocausto
la aurora
la coincidencia de una mirada perdida
en el nauseabundo paisaje de la Tierra.