Muégano

Puede ser por días que nunca terminan
que la vida acabe como angustia
empezando su caída
en los huecos del pensamiento muerto
que desdicha.

Puede ser por siglos que siempre rien
que nuestros cuerpos nunca hielen
como estalactitas funebres
en la mitad de un desierto antípoda
y ambivalente
con un sol mediocre y estruendoso
que rima con la estupefacta voz del silencio.

Sin siquiera ver la monumental malicia
de las montañas y su incesto
a las nubes y al horizonte
de la entrepierna y tus senos.

Como aquel momento
en que la palabra escucho un sentimiento
y suspuso escribirlo con tinta de nose donde
para entregarlo al cielo
y hacerse inmortal como los muertos.

Sin piedad la cabalgata gana en un desierto incierto
las luces putrefactas
las luciernagas inatas
las coloradas gafas de tus miedos
vuelven por el rumbo del egoismo
que hedonismo compuso la poesía
que el narcisita la distribuyo con su lengua
que las piernas de un cantar se deshicieron
en la cabeza de un juglar copulando con su cuerpo.

Que suicidio tan inverosimil que alienta al espritu a levantarse
como aquella noche que alimente las aves
y me quitaron del pecho una espina de roble
para ponersela
encajarsela a mi testiculo izquierdo
y colorear la entrada del sexo a mi pensamiento.

Velar el alma para que esta no se vaya
velarla mientras duermes
y hacerle el amor sin que se de cuenta.

Velarla con tus caricias de hombre y mujer
de ser
que en tristeza y felicidad conllevas tus ganas de vivir
y seguir viviendo en la fortaleza de dios
el muégano de los cielos
y de los muertos de hoy.