Desde la pasada lluvia de  estrellas en aquel otoño áspero y calculador, diamantes en el cielo más hermosos  no me había permitido averiguar. Pareciesen cientos de parcelas de luminosas  pupilas inquietando al sembrador de lunas, pareciese una ráfaga de deseos sin  cumplir esperando quien lo haga, pareciese que no somos nada frente a miles de  personas cayendo con un dejo de luminosidad.
Sin duda viajaba, sin duda  era hermoso ver tus ojos caer en mi mirada, era hermoso también como  parpadeabas, como tus pestañas erizaban el aire cuando te besaba. No había  necesidad de hacer nada mientras la noche apresaba nuestros cuerpos, no había  necesidad de oponerle resistencia a la gravedad del tiempo.
Yo lo  recuerdo, lo recuerdo como una lluvia de estrellas. Recuerdo esa noche estaba  desnudo, eras injerto de mis fantasías. Recuerdo como me incitabas a volar, a  irme de este mundo, a saltar y agarrarle de la cola a un astro sin  rumbo.
Yo me iba sin dejarte y lo sabes, por eso callaba mil voces de mis  labios.
Yo me iba y volvía… yo me iba y volvía… pero jamás  desaparecía.
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