Las palabras que tienen tu cuerpo
desde las silabas hasta las mentiras
como tu nombre
o el sonido pulmonar
se escuchan muy lejos
y con un eco que te hace ser muchos en lugar de algunos.
Esos bichos o palabras
que se imantan a tu pelo
mueren cuando hablas
dejan de ser tuyas para ser de nadie
se olvidan de vivir, desbaratan.
Y cuando no eres nadie porque todas tus palabras se han ido, salen muchas nuevas desde donde se cayeron, florecen las que se han perdido y otras ya no vuelven.
No saben decir adiós
se transforman.
Todo por no dejarte sin nada de ellas
para recordarte los usos ajenos, tus pieles imprescindibles
los destinos labrados desde el lenguaje
que se repiten y repiten y repiten
como las noches y los días en las cárceles.
Las palabras caídas en pellejos como "nevando en septiembre".