La moneda al suelo, rebota y cae.
Vecinos péndulos, rompen horas.
Perros ladran, manos coquetas y pezuñas al aire
raspan paredes, condensan ruidos.
Hay eco y no voz. La tarde no llega por sus huevos
a lo que manos forman circulos, se tornan rojos
muchos soles y él,
explícito mira los ojos llorando afeminadamente, las muecas caen por la pelvis hasta patearlas sin que den cuenta
cruzan ventana
¡dale gas!
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tarde huevona.
No caen más monedas, palabrerías
se hace fuerte la vecindad sin tiempo
a las 9 despiertos
incrustados.
Le da gusto al perro ladrar, mueve su colita.
Su silencio dice cosas extremadamente ciertas, se las cree. Está felíz con lo que sabe y sonriendo se reconoce. Despíde su cuerpo bonachón dando vueltas y chilla como todo un loquillo.
El pelaje pedigree brilla, desaparece flotando como santo
en un umbral de misticismo
y religiosidad
exquisto.
Adios bebe.
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