“...desmentidos
por esos fantasmas mas fuertes que el mundo, inventándolo por
adelantado para destruirlo mejor en su último reducto...” .- Julio Cortázar
No hay nada que encontrar entre tanta ausencia porque es difícil ver y encontrarse. Es difícil saber que es nada y cuándo no está.
Cuando no hay nada podemos decir que la ausencia no es tanta; puede haber algo aún y así sea nada o no, se podrá sentir algo.
La nada también se siente (por eso se nombra); no se tendría que encontrar algo, aun así se busca; pero las búsquedas son en la ausencia.
Al ser itinerantes somos ausentes. Al ser itinerante la nada; la nada es ausente.
Encontrarse en la búsqueda de algo
entre tanta ausencia es hablar con fantasmas y espejismos. La
invisibilidad puede ser un recurso más fidedigno que la visibilidad
mientras tanto uno tenga en cuenta que lo que se tendrá no valdrá;
solamente será. A esto me permito creer en que es posible no tener algo, aún y cuando se tenga una prueba fehaciente de que sí se consiguió.
El
valor de lo invisible radica en cuán etéreo puede llegar a ser, deja de
ser un valor que da un significado por algo que ya lo es: la forma
sepulcral de la ciudad en la noche; los cuerpos desvestidos por una luz
inmaterial; las agonías del silencio a una puerta sin destino, fija e
inexistente.
Al ser la nada
una ausencia nomádica; la contemplación puede resultar un punto
importante para sentirse lleno de eso que te llevó a ese lugar a
contemplar: encontrar residuos de esas sensaciones (en lo estático) que
propició la luz o aquél sonido lejano que llamó la atención de tu oído y
te llevó a observar al costado de la calle un perro quitándose las
pulgas.
La contemplación sugiere a la metáfora la condición de que la nada sea un paradigma del tiempo (la metáfora es momento y en el momento nace otro residuo).
Al interés por divisar los “quehaceres” de la contemplación lo llamó poesía;
por la confrontación con un mundo que cree saber lo eterno a sabiendas
de lo indefinible (y todo el léxico que se pueda con prefijo -in) que
es. Por eso la necesidad de encontrarla (la poesía), así sea a través de cualquier cámara u otro medio, soporte, etc, etc.
La
fotografía o el video pueden ser soportes que limiten al espectador a
un contexto muy propio por su alta visualidad y correspondencia con la
realidad, aun así, el espectador confluye en que lo que ve espectado es
su propio espectáculo; es más la alta correspondencia con la realidad la
proyección de una realidad inexistente.
“Acercarse
a la fotografía como quien entra en una ciudad con la necesidad de
perderse, de transitar por su silencio, de experimentar el vacío a la
vuelta de la esquina”. Mecanismos invisibles (ensoñaciones) de encuentro. “La
impresión de una luz en un intento por descubrir casualidades (fósiles
en un desierto a oscuras) como quien encuentra en lo caliente de la
arena una respuesta”.
En la ausencia: sólo la búsqueda y la posibilidad, lo demás es fortuito.