Que pretendo interrogando al sol acerca de las muertes de noche si el se encuentra ausente en el día, mecanismos faltan, para escribir y hablar de lo que todos saben. Pero no hay humanos, no hay pestes que se traguen los humanos. Solo deleites, solo bienaventuranzas, solo fe en su sola soledad.
(Una muerte anunciada se susurra por las calles, el viento, el antecedente al viento, el agua, corre por los cuerpos deshidratados hechos de arena y cal, esparcidos como cenizas, desaparecen...)
Nos corrompe la libertad, las palabras fulminantes, en su pronunciación llevan la vida y en esta los caídos de la tierra, del presente, del hoy circundante e impuntual. Nunca llega, igual que el sol. Eternos impuntuales, tiempo olvidado. Viejos decrépitos. Niños cagones.
Las llaves en los ojos de la abuela, se quedan ahí las respuestas, con la sabiduría olvidada en su mirada perdida. Quebrantados y solo vívidos durmiendo.
Y que si nos movemos, y que si la invalides de nuestros pies corre mas que la gracia de un atropello. La muerte lleva en su querer el desasosiego de la esperanza, crítico, como el mismo lugar de origen que le antecede.
Ser ese plan que calla, molesta, la paciencia no existe en la violencia, ni saciedad, ni sangre. Solo coágulos inoperantes, venas moradas y frutos pálidos.
Morder el anzuelo es la dicha del que se siente en el agua y en la tierra, salir del agua o entrar en ella, mejor pensarlo dos veces o tres.
Las posibilidades llaman a la puerta como putas, como repartidores, como vendedores de ausencias, para que abrir la puerta, porque cerrarla, porque castigarse si nuestra definicion es una posibilidad sublevada, masoquista y sadica por excelencia.
Bendito sea el rey de los judios, porque ha caído uno mas...
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