Endeble y muerto
(meneandolo)
se veía así el sol cuando posaba para mi ante mis ojos, enseñaba su rico culito y bailaba la licuadora a un ritmo desagradable y pretencioso.
Para ser honesto
no me gusto su sensualidad desbocada, parecía ésta un caballo hambriento con la baba de fuera y con la felicidad a costa de la apertura del corral.
El sol y el amanecer, el silencio entre los colores, su sencilla reproductibilidad en el ojo, claroscuro, géminis.
La sensación de que perseguía algo mas se manifestaba pudorosamente en el polvo que convertía la alegría en oro y hacia de las piedras palabras vivas y sagradas.
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