Decir que somos individuos es decir que existe una sociedad, que existe diferenciación y similitud, una unidad dentro de un todo que se forma mediante la comunicación, donde este emerge como el principal pilar de toda relación social y forma los valores que posteriormente constituirían la individuación, lo que se conoce como el proceso para la individualidad y su continua formación.
En teoría la cultura seria el concatenamiento de las individualidades y base para una individuación integra, no obstante en espacios donde la incomunicación ha sido una constante, los valores que fungen como directrices dentro de la individuación forman ciertos delimitantes que se tornan barreras infranqueables con el tiempo y posteriormente los principales formadores de las individualidades basadas en fronteras y territorios, miedos y apatías a la coexistencia. Tras este telón, de fondo se nota una cultura resquebrajada llena de parches débiles y huecos por rellenar, donde después al voltear desde arriba, desde tu individuación y ver hacia abajo los primeros cimientos, te das cuenta que muchos de ellos nunca existieron y que los que existen se encuentran lejanos a ser valores importantes para nuestro proceso. Hay una imposición de ideas.
En la actualidad nos encontramos demasiado adelantados con demasiados adelantos, como lo demuestran las ciencias tecnológicas al estar encontrando en descubrimientos tras descubrimientos esos cimientos inexistentes de la cultura humana que sentimos la necesidad de hacer nuestros, aunque sea como un frágil conocimiento y paradigma de nuestra realidad, o nos encontramos simplemente atorados y alborotados, rellenando esos huecos de nuestra cultura con parches fomentados en valores vacíos para un pseudo bienestar en una pseudo vida.
Solo basta con mirar afuera, nuestra sociedad ha sido segmentada por miedos, por falsos esquemas que trastocan las venas más íntimas de nuestro ser, ya las sonrisas poco a poco se han alejado de las batallas diarias dando su lugar a la irremediable forma de un estado catatónico en nuestra comunicación interpersonal, ¿dónde queda la felicidad construida por los momentos coca cola, los blancos más blancos de nuestra ropa?, ¿dónde quedan esos pequeños orgullos que nos enaltecen y deforman nuestra individualidad hasta convertirla en un pedazo de algo que tiene como principal objetivo conservar un libre albedrío solo dentro del mercado neoliberal?. Quedan solo en el marco del consumo, mas consumo – menos sociedad y saciedad.
Las fronteras del miedo se vuelven carreteras para la importación y exportación de etiquetas que satisfagan nuestros pequeños oasis de placer, son aprovechados estos fuertemente y hasta cierto punto vilmente en la publicidad, vender, vender, a costa de nuestra identidad, a costa de nuestra salud, a costa de nuestros valores formativos que nos hacen humanos. ¿Por cuánto y por qué nos vendemos?, nos vendemos por vacíos para más vacíos.
Todos hacemos la resistencia y mientras esa resistencia este mas entrelazada, más viva, más llena, el río fluye, no hay pensamientos únicos, hay de todos para todos, hay respuestas para la vida y el devenir de nuestra sociedad.
Para que un individuo crea en la individualidad necesita creer en la cultura, y para creer en la cultura necesita conocerla y sentirla, comunicarse, levantar la voz, escuchar, ver, que te vean, uno necesita caminar, que los recorridos hablen acerca de lo faltante y sobrante, uno necesita tener la dicha de ser exhibicionista y voyerista con los procesos de individuación, sino hay esto podemos hablar que hay un secuestro de nuestra individualidad.
El secuestro es un rapto, un robo que todavía puede ser recuperado o puede ser perdido por tiempo indefinido, el problema es que no hay un mapa fijo que nos demuestre el espacio y tiempo donde fue secuestrado y donde podría encontrarse, pero los vacíos se sienten, las consecuencias de este secuestro generalizado se ven, en el desgastado umbral a la moral humana, en la violencia que desencadena guerras, paranoia, desconfianza, anticultura, ya somos solo objetos que no trascienden en su pluralidad, objetos de un desorden espaciotemporal, donde a partir de este tratamos día con día de formarnos, y lo logramos, pero a costa de que…
Miedo es no ver a los ojos a una persona
reclamar una mirada
voltear la cara
y alzarla a un espacio cínico y putrefacto.
Miedo es el antítesis del conocimiento
de la vida, de la individualidad y la sociedad.
El miedo es tan nuestro que nos hace ajenos
nos forma y nosotros creemos ser,
pero no hay lluvias de palabras y voces,
no hay ríos de fluxión.
El miedo toma todas las formas (es un dito de nuestros paisajes internos).
Se pueden hacer castillos majestuosos, universos de fractales, donde el principal pilar fuese el miedo y su distribuidor y mismo consultor la iracunda violencia, pero nunca, jamas se podría hacer una humanidad bajo el yugo del miedo.
Ya lo mostraba Carl Jung al formular el concepto de “si mismo”, el cual dice representa el fin último de nuestro proceso de individuación
“El Sí-mismo es no sólo el «centro», sino también aquel ámbito que encierra la «consciencia» y lo «inconsciente»; es el centro de esta «totalidad» como el «Yo» es «el centro de la consciencia».”
“El Sí-mismo es también «la meta de la vida», pues es la expresión más completa de la combinación del destino que se llama individuo.”
Bajo el concepto de si mismo como etapa final del proceso de individuación, se podría decir que la individualidad es la cualidad que nos hace uno con lo que nos rodea y la constante búsqueda de los valores formativos que nos delimitarían como individuos, para nuestro crecimiento en sociedad.
Como seres íntegros con los demás procesos de individuación necesitamos saber y localizar en que parte de nuestro proceso se encuentran estas barreras para ir poco a poco sorteándolas mediante acciones que produzcan confianza para mi propia individualidad o para otras y destruyan paradigmas dentro de mi entorno.
La única manera de representar el miedo como un valor no sustentable, es conociéndolo y venciéndolo en muchos de sus estados representativos, esa puede ser la gran constante que nos lleve a una superación generalizada, hacernos ver el uno al otro cuantas cosas se han perdido con nuestras tomas de decisiones a veces impulsivas y sin cuestionamientos, hacernos ver que precariedades hay en nuestros sistemas comunicativos y como sacarles el mayor provecho, para lograr más convivencia y mejores redimensionamientos de nuestros valores individuales en varias áreas de nuestra individualidad.
Hay que cambiar ciertas formas en nuestra manera de relacionarnos, localizar los pequeños canceres e irlos poco a poco extirpando de nuestro cuerpo, conociendo la solidaridad y el perdón, regando poco a poco esa semilla del cambio y la inconformidad, llevado todo eso al plano de una comunicación, faltante e igual de importante que nuestros pequeños tesoros de la vida diaria.
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