De dos maneras podría intervenir un cirujano en el espacio y tiempo de lo circundante y adyacente, una de ellas seria matando al paciente y otra ayudándole a vivir, recuperandole de esas viejas heridas y resucitandole de ese pasado deshonesto y confuso que le privo tantas emociones y le produjo otras que no fueron de su agrado.
El cirujano conserva el porte de la distinción, mientras que el gafete del hospital le nombra como hombre capacitado para ciertas operaciones riesgosas y de alto conocimiento en la materia. El paciente no conoce ni cuestiona el poder de la tijera que le rebanara un tumor cancerígeno en su próstata, la vida la ha vivido rapida y ruidosa, y contrariamente al curso de su vida le espera una quietud espesa por la anestesia, le esperan días enteros postrados en una cama que huele a hospital y que sabe a tranquilidad inducida y momentánea.
Debatir en la ironía y por la ironía, sobresaltar las hechuras de las cuestiones y responder con un si o no vasto solo para escuchar el silencio, es nuestro sobresalto y el principio de nuestra iniciación en la pequeña vida de las acciones.
Vives para conocer y mueres desconociendo. La muerte esta concentrada en nosotros como sustancia química, inflamable y altamente toxica, funge como poder seductor para nuestros alientos de cada noche y se concentra en nuestra piel tras un romance con lo existente y sensible.
Es la muerte el conocimiento de la vida, la honestidad del movimiento y la respuesta a los sonidos de ambulancia. Es la muerte una condición humana y por lo tanto una condición de vida que llena el umbral de lo intangible y sacia a las posibilidades infinitas.
Es la muerte el final de una conciencia que conoció la cumbre o el subsuelo de la sociedad humana, que se devasto por las emociones incontenibles ante tanta realidad perceptible que hacia eclosión con el magma del pensamiento. Es la muerte el comienzo de la relatividad, del orden sin forma, de días enteros sabedores de noches fieles e imponentes.
El cirujano observa su instrumento quirúrgico, alza la mano hacia el costado y aprieta el metal, haciéndolo caer suavemente por el tejido de la próstata.
-Se espera un día nublado, pero sin lluvia- le comunica la enfermera al paciente que cayo en estado de coma tras la operación.
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